Sería como un pequeño lugar de egocentrismo en el edificio "Yo" de la calle "Siempre".Un sitio donde jugar a quererme sea una ley y esté obligada a no llorar. Donde mis sueños se hagan realidad solo con cerrar los ojos. Un santuario. Un lugar pequeño y seguro en un mundo de egoísmo. Como un oásis en un cálido desierto; como un beso entre mis lágrimas. Un reducto de paz donde podría parar a pensar en como ser mas felíz. Donde el dolor no existiera. Donde las lágrimas se negaran a salir por miedo a molestar. Un pequeño rincón de amor propio.

12.11.11

 No le gustás. No le vas a gustar. Lo sabés de entrada. Está totalmente fuera de tu alcance. Hasta tus sueños se respetan lo suficiente como para no hacer aparecer a esa persona en el medio de la noche cuando estés dormido: hasta ellos saben que es imposible. Pero por un determinado tiempo te hacés creer que sí, que tenés chances. Que el amor es ciego. Que si se fija bien podrá notar que tienen más cosas en común que las que cree y que vos tenés más virtudes que defectos. En el fondo, sabés que si te detenés a pensar por un segundo lo que estás diciendo vas a entender que los productos de Cris Morena te cagaron la vida y que deberías pasar a otra cosa, pero no lo hacés porque necesitás con qué entretenerte antes de que aparezca ese alguien en quien vas a depositar todas tus capacidades de stalker hasta que se enamore de vos por mérito o por cansancio.
El discapacitado emocional es así: cuando no tiene un gran amor complicado y tortuoso por quien llorar lo inventa. Pasa que nos aburrimos con facilidad. Se nos hizo costumbre escuchar "Don't Speak" un martes a las cuatro de la mañana mientras entramos a su Facebook y nos fijamos quién tuvo el tupé de poner "me gusta" a alguno de sus comentarios. Pero cuando no tenemos con quien hacerlo, buscamos a alguien imposible, para que no haya chances de que pase algo. Creo que es para no perder la práctica y no estar en frío cuando sea la hora de stalkear en serio.
 De todas maneras, que esta persona imposible no nos importe tanto no quita el hecho de que no podemos dejar de preguntarnos: "¿Por qué yo no?". En especial cuando por nuestro amor imposible pasó más gente que por la estación de Constitución un viernes en hora pico.
Sabemos el porqué. Sabemos que sabe cómo somos. No parece suficiente porque pensás: "¡Pero puedo cambiar!". Pero no, no podes cambiar. Podés fingir que cambiaste por un rato, pero no dura mucho. Entonces, ¿qué pasa? Nos tenemos que empezar a autoconvencer de que no está con nosotros por las razones más estúpidas del mundo. Atribuiremos la culpa a los signos no compatibles, a la diferencia de edades, a que no hay un bondi directo de su casa a la tuya, a que preferís la Coca Cola antes que la Pepsi y el mar antes que la montaña, a que nunca entendiste de qué hablaba una puta canción de los Redondos.
En fin, vas a encontrar un montón de razones de por qué no te quiere, pero siempre la supiste desde un principio: nunca quisiste que te quiera.